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Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha (1969): ficción organizada en torno a un jefe del departamento de homicidios romano, interpretado por Volonté, que el mismo
día de su nombramiento asesina a su amante para llegar a demostrar su poder e impunidad, aunque su propio sentimiento de culpa
le llevará por recónditos meandros vitales. Mezcla de thriller, de reflexión sobre el poder y la culpa (con anotaciones que van de Dostoievski a Kafka), de ciertas situaciones propias
del momento del estreno (el atentado de Piazza Fontana, la muerte del anarquista Pinelli a manos de la policía y de la detención
del inocente Pietro Valpreda, las acusaciones al comisario Calabresi, etc.), el film tuvo un gran éxito internacional y en
Italia, donde provocó gran escándalo y múltiples debates. La única consecuencia realmente negativa fue la introducción de
la moda de los largos títulos para el cine político.
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La clase obrera va al paraíso (1971): con guion de Ugo Pirro y ganadora en el festival de Cannes, nos presenta a un obrero fabril que, tras un accidente,
cambiará su alienación y embrutecimiento laboral por una toma de conciencia que le lleva primero a la rebelión, luego al aislamiento
por la incomprensión de un grupúsculo estudiantil y el abandono del sindicato, para finalmente, ya en plena locura, reintegrarse
a la fábrica, donde solo su locura le permite soportar las condiciones de trabajo, que son el «paraíso» de la clase obrera.
A pesar de todos los excesos y grandilocuencias que lastran sus films, Petri y Pirro se atreven a una casi insólita entrada
en el interior de la fábrica para mostrar las alienantes condiciones laborales. Por todo lo cual, cuando se estrenó la película,
no satisfizo ni a los sindicatos, ni a los movimientos estudiantiles, ni a la crítica de izquierdas.
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La propietà no è più un furto (1973): con un planteamiento y una puesta en escena aún más definidamente grotesca que en sus anteriores films, cierra la
trilogía «de la neurosis». Mientras que Investigación sobre… y La clase obrera… se centraban respectivamente en la alienación por el poder y por el trabajo, aquí se aborda la alienación provocada por el
dinero a partir de la alergia a los billetes de banco que sufre un cajero y su obsesión por su cliente más rico, un carnicero
poco escrupuloso al que progresivamente irá despojando de sus bienes.
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Todo modo (1975): libremente inspirado en un libro de Leonardo Sciascia, es aún una propuesta más alegórica, expresionista y grotesca
que las anteriores, al presentar la clausura en un convento de los máximos dirigentes del partido en el poder, durante una
epidemia de peste, para decidir el nuevo reparto del poder. Las discusiones y reproches entre ellos, a pesar de la mediación
del cura que dirige esos supuestos ejercicios espirituales, dan paso a la paulatina eliminación física de ellos, mientras
el máximo líder (¿émulo de Aldo Moro?) intenta preservar su posición. Todo ello constituye una ácida parábola en torno al
devenir del principal partido italiano desde la guerra, la DCI. Una vez más disgustó a casi todos: la DCI por verse aludida,
el PCI por estar entonces en la línea del «compromiso histórico», la Iglesia por las referencias a sus intrigas y poder; finalmente,
impedido su estreno en Estados Unidos, y cercenada su difusión cuando el secuestro y asesinato de Moro, se ha considerado
el principio del fin del núcleo central del cine apolítico «a la italiana».
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